El amor por los estudios de parte del seminarista Francisco se evidencia con sus graduaciones luego de su ordenación sacerdotal (1896), en tres títulos académicos: Teología Dogmática en la Pontificia Facultad Santo Tomás en Génova, el 15 de julio de 1897; Derecho Canónico y Civil con la Pontificia Facultad de Turín, el 13 de diciembre de 1900; Filosofía en el Instituto de san Apolinar de Roma, el 8 de noviembre de 1901.
El aspecto que se va formando en aquel periodo en él es el cosmopolitismo (a tutto tondo), conocedor de su tiempo y de los profundos cambios por los que pasa: cada materia se propone como desafío en la que vale la pena cimentarse, cada minuto pasado sobre las páginas fatigosas (sudate carte) y consagrado a un fin superior, aquello con lo que podrá servir mejor a Dios y convertirlo en buen sacerdote.
De mucho agrado usa las prolongadas vacaciones de
verano como ocasión para profundizar los usos y costumbres, cuanto más los
idiomas de los países europeos cercanos: gracias a papá Lorenzo, que viendo
siempre tan ocupado su hijo, decide regalarle un momento de buen ocio,
concediéndole de visitar las naciones que quisiera conocer. Así por cinco años
consecutivos durante un mes de vacaciones, el joven Francisco recorre Francia,
Alemania, Inglaterra, Austria.
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| El padre Chiesa sentado entre un hospedero londinense y su amigo Priero. |
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| Los canónigos José Priero y Francisco Chiesa en uno de tantos viajes al exterior, en el aprendizaje de idiomas. |
Estas experiencias, el aprendizaje de nuevas lenguas,
el contacto con el mundo externo, los nuevos conocimientos, hicieron madurar y
hacer de Francisco una persona completa, un auténtico sacerdote, capaz tanto de
enseñar como de escuchar, siempre humilde y gentil, siempre abierto al diálogo
con los otros y capaz de acoger y estimular el lado mejor de todas las personas
que lo rodeaban.
Entre otras cosas, de su viaje a Inglaterra pudo ver
las novedades catequísticas y pastorales que observó tanto en católicos como en
protestantes y que le servirán como párroco, al igual que su estadía en
Alemania, en la cual admiró las maravillas de la mecánica que le sirvieron en
sus similitudes que usaba en la escuela como en la predicación. Es
sucesivamente a este periodo cuando comienza su actividad de enseñante y
escritor, que gracias al bagaje cultural que había formado en aquellos intensos
años, le fue fundamental para desarrollar aquella “amplitud de vista” que todos
reconocerían: como docente, teólogo y pastor.
Bibliografía
-Chiesa, F. (2006). Francesco Chiesa: Un uomo, un prete. Alba: San Pablo.
-Rolfo, L. (1978). “Il buon soldato di Cristo”. Servo di Dio, Canonico
Francesco Chiesa. Alba: Ediciones Paulinas.


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